lunes, 11 de octubre de 2021

Camino Inca a Machu Pichu día 2: El paso de Warmiwañusca

Mapa con el desnivel del Camino Inca
Nos despiertan temprano, lo que será habitual a lo largo de toda la ruta, para así aprovechar mejor el día. Ya desde el despertar nos ofrecen en la entrada de la tienda de campaña, el maté de coca que además de entrar en calor, te ayuda para prevenir el Soroche o mal de altura. Provistos del frontal y de las linternas nos encaminamos a seguir las indicaciones del nuestro guía Renilo, y afrontar el día más dura de todo el Camino Inca. La mañana es fresca por tomar el valle de Yuncachimpa (3.300m), Lulluchapampa (3.850m) y luego el paso más alto denominado Warmihuañusca (4.215m), donde observamos el impresionante Nevado Verónica. Considero esta jornada como el verdadero comienzo del auténtico Camino Inca.  El recorrido es de 15 Km su dificultad es alta debido al gran desnivel que nos encontramos, hasta alcanzar Hatunchaca y los 4.215 m. del paso de Warmihuañusca. Después podemos disfrutar de un auténtico descenso rompe piernas hasta por fin llegar al valle de Pacaymayu (3.500m).
Luego continuamos al paso de Runcuracay (3.950m): lugar donde vemos nuestro campamento de Chaquicocha (3.650m), en la profundidad del bosque tropical. Los peligros y retos a los que nos enfrentamos en esta segunda etapa fueron desde una gigantesca escalera construida por los antiguos incas, la altitud, y la sobrecarga muscular en un terreno que puso a prueba nuestra fortaleza física y psicológica en más de una ocasión. Aprovechando estas líneas aquí os dejo unos consejos a la hora de afrontar una etapa dura esperando que os sirva de ayuda.
 

Tomároslo con calma y subid cada uno a vuestro ritmo. Intentad no parar mucho y si es necesario caminad más despacio. Hidrataros bien y mascad hoja de coca si os empieza a doler la cabeza o notáis algún síntoma del mal de altura.   

Durante la realización del Camino Inca, como a lo largo de todos los viajes que he tenido la suerte de poder realizar, vas conociendo personas, con las cuales entablas una afinidad y amistad en esos momentos únicos, y que luego a lo largo del tiempo conservas, manteniendo el contacto o incluso planeando futuros viajes. En esta segunda y dura jornada ya desde el principio se vio que Carlo, Marcelo y yo, íbamos a formar un grupo para afrontar el reto que se nos presentaba. Nosotros tres éramos los únicos de todo el grupo que llevamos desde el inicio del Camino Inca, todas nuestras cosas en la mochila y con la ayuda de bastones, y con nuestra voluntad y superación queríamos realizarlo así. Lo habitual es contratar un porteador que por 90 soles carga con las mochilas de los senderistas hasta un máximo de 10 kg, cada porteador suele llevar las mochilas de 4 o 5 personas, por lo que sale bastante barato (menos de 10€ euros por persona). Tengo que recalcar la labor de los PORTEADORES.

Estas magníficas personas, sin las cuales no se podía haber realizado el Camino Inca.  Transportan los enormes fardos con todas las tiendas de campaña, víveres, y demás utensilios necesarios para montar el campamento. Siempre con una gran simpatía y amabilidad. Nunca dejan de sorprenderte (como cuando estuve en Nepal), como vas avanzando a duras penas y poco a poco, mientras ellos pasan junto a ti corriendo, sin importar el terreno en el que nos encontremos, sea una empinada subida o un pronunciado descenso. Cargados como van durante todo el recorrido con su enorme y pesada carga.

Como os he comentado anteriormente empezamos la jornada Carlo, Marcelo y yo, dándonos fuerza y compañía mutua, pero según avanza la ruta, llega el momento en que cada uno tiene que tirar y seguir avanzando con lo que tiene y puede. En ese instante te aíslas de todo y de todos, concentrándote en utilizar las fuerzas para avanzar, eso sí cada uno a su ritmo, aunque sea más despacio. Si os paráis luego por experiencia os digo que os va a costar más. Tenía que superar el enorme reto del paso del Warmihuañusca (La Mujer Muerta), siendo mi única prioridad se convirtió en caminar, caminar y caminar. 
 
Comenzamos la ascensión abriéndonos paso por una interminable escalera construida por los incas hace más de 500 años. Miles de escalones de piedra atraviesan una zona de espesa vegetación en dónde la humedad es muy alta, la pendiente interminable y la recuperación del aliento es constante. Entre trago de agua y agua empiezo a mascar la hoja de coca para luchar contra los síntomas del mal de altura. Uno de los principales consejos en la montaña es que cada uno siga su ritmo, ya que adaptarse al resto del grupo puede ser muy agotador y al final te acabará pasando factura. 

En la cima del Warmihuañusca a 4.215m de altitud
Además de la altitud, se añade también, el que está siendo un día de intenso calor, por lo que se hace cada vez más difícil el avanzar para llegar al objetivo de la cima. Al final la interminable escalera de roca abandonó la selva justo  antes de afrontar el último y más agotador tramo del ascenso. Desde ese punto los escalones de piedra parecían dirigirse directamente hacia el cielo. Un escalón tras otro iba ganando altura a la vez que descontaba la distancia que me iba quedando para alcanzar el paso de montaña. La altura se dejaba sentir y cada paso que daba costaba más y comenzaba a suponer un auténtico reto.

 
La falta de oxígeno a esa altitud, y el cansancio acumulado de toda la jornada, empezaba a pasar factura a mucha gente, que tenía que sentarse a los lados del camino para recuperar el aliento. Yo seguía firme en avanzar y continuar poco a poco y sin descanso hasta cumplir el objetivo. Después de unos últimos metros y jaleado por un grupo de americanos que estaban allí, conseguí alcanzar el paso del Warmihuañusca (La Mujer Muerta). Lo había conseguido, alcanzaba los 4.215 metros, del punto más alto del Camino Inca.
Una sensación de alegría y de euforia se fue apoderando de mí, mientras disfrutaba de las espectaculares y sobrecogedoras vistas del camino por el que acababa de subir con tanto esfuerzo, rodeado por montañas de más de 5.000 metros de altura. En la cima mientras realizaba fotografías del momento, espere a que llegará Marcelo, e igual que me hicieron a mí, cuando iba a alcanzar la cima, le empecé a jalear y a darle ánimos, para por fin al llegar junto a mí, fundirnos en un gran abrazo, lo habíamos conseguido. Disfrutamos del momento y pudimos descansar tras el duro camino, a la vez que también esperábamos que llegará Carlo, a la vez que íbamos comentando las experiencias y sensaciones esperimentadas durante la subida. Vimos aparecer Carlo a lo lejos y volvemos a repetir los ánimos, hasta que por fin logra llegar a la cima. Ya estamos reunidos los tres como al comienzo de esta jornada, y tras el emotivo abrazo, decidimos esperar un rato para ver si llegaba su familia.



 

 

Carlo en la cima del Warmihuañusca
Marcelo en la cima del Warmihuañusca

Se iba haciendo tarde y el día avanzaba y Carlo como es natural quería esperar a los suyos, por lo que Marcelo y yo empezamos de nuevo a caminar. Comenzamos el descenso antes de que nos afectase el esfuerzo y la altura, bajando por una pronunciada e interminable escalera que se adentraba en un nuevo valle cubierto por un mar de nubes bajas. A medida que íbamos descendiendo notamos como  las rodillas y las piernas comenzaban a acusar la larga y pronunciada bajada por una aparentemente infinita escalera de roca que parecía hecha por y para gigantes. Algunos de sus escalones debían medir más de medio metro, por lo que tuvimos que hacer uso de los bastones para facilitar nuestros pasos por la montaña y frenarnos en algunas de las empinadas y húmedas rampas de piedra, la mezcla perfecta para que te resbalaras y te dieras un buen golpe. 

Cuanto más bajábamos la temperatura empezaba a cambiar y las nubes iban haciendo acto de presencia e incluso amenazaban con lluvia. Al fondo se empezaba a vislumbrar el campamento de Paqaymayu rodeado por una frondosa vegetación. El tramo final de esta segunda jornada nos regaló una sorpresa, porque empezó a llover y allí rodeados de un paisaje de montañas con nubes y una espesa vegetación rota únicamente por el trazado del Camino Inca y el campamento más grade de todo el trekking, empezamos a preguntarnos por la suerte del resto del grupo. Nos sorprendió ser los primeros e incluso llegamos antes que nuestros porteadores, tuviendo que esperar a su llegada, para que montaran el campamento y descansar dentro de las tiendas, mientras fuera diluviaba, nuestra preocupación por el grupo iba aumentando.
Al final poco a poco fue parando al igual iba ya atardeciendo, cuando por fin vemos a Carlo que llega con sus hijas. Tras otro abrazo comenzaron a relatar su experiencia y el descenso con la lluvia, y mientras esto ocurría, nos avisaron de que ya teníamos la merienda en la carpa-comerdor. Nunca nos ha sabido tan rico las palomitas y el chocolate calentito que nos tomamos.
Llegando al campamento Paqaymayu
 Al momento llegaron Denice y su hija Zoe, se vivieron momentos de alegría tras el gran esfuerzo realizado por madre e hija. Pero sin duda el momento más emotivo fue cuando al final del día y cuando estaba anocheciendo, llego Nancy (mujer de Carlo), en compañía de Renilo el guía. El esfuerzo fue brutal y se veía reflejado en su rostro, apenas podía caminar, el llanto surgió como un elemento liberador y también de superación, tras la larga jornada realizada, y porque por fin lo había conseguido. Todos nos sentimos muy emocionados y la fuimos abrazando uno a uno, tampoco disimulamos las lágrimas que afloraban en nuestro rostro. En cuanto se puso el sol en el valle dónde está el campamento de Paqaymayu, la oscuridad fue absoluta, todos estábamos ansiosos por disfrutar de la merecida cena, a la vez que contábamos las experiencias del día.
Renilo el guía, durante todo el momento estuvo pendiente de Nancy y la tomaba el nivel de oxígeno en sangre para ver cómo se encontraba, además de alentarla al igual que hacíamos el resto, a comer aunque sea algo calentito, dándola ánimos por el esfuerzo y lo valiente que había sido. Tras esta larga, dura y exigente a la par de emotiva jornada, al cenar nos fuimos pronto a las tiendas preparándonos para dormir y recuperar fuerzas del agotador día. El día siguiente el camino era más asequible y los paisajes prometían aumentar en espectacularidad, me metí en el saco con la esperanza de dormir de un tirón hasta el amanecer del día siguiente.
 
 * Para la elaboración y desarrollo de este artículo se han tenido en cuenta los datos obtenidos a través de la Wikipedia, y las propias experiencias vividas durante el viaje. (Fotografías e ilustraciones originarias de Pedro García Barbudo).

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