Salimos de casa con Esperanza guiándonos por las empinadas calles que desembocan en la Plaza de Armas. Desde allí comienza el camino que sube a los cerros de la Pachamama (Madre Tierra) y la Pachatata (Padre Cielo),
centros espirituales de la isla y su mayor atractivo por sus mágicos y
espectaculares atardeceres. Comenzamos a subir siguiendo una de las
calles
que partían de la plaza y que llega hasta lo más alto de
la isla, empezamos una auténtica
"peregrinación" hacia los cerros sagrados de Amantaní. Pasamos por varias terrazas de cultivo hasta que nos paramos en uno de ellas, para explicarnos cosas de la isla, de sus cerros, y como se masca la hoja de coca. Colocando tres hojas de coca aproximadamente en un lateral de la boca (carrillo), e ir degustando la hoja para que vaya soltando sus propiedades, o bien colocarte unas de las hojas debajo de la lengua. Cuando se mastica, la hoja de coca
actúa como un estimulante ligero que ayuda a combatir el hambre, la sed,
el dolor y el cansancio. Además ayuda a superar el mal de alturas. Cada
día, millones de personas en los Andes mastican hoja de coca y beben mate de coca de la forma más natural y sin ningún problema.
Subiendo a los cerros |
Durante la
subida encontramos numerosos puestos que vendían todo
tipo de artesanía e incluso cervezas locales. En un punto el camino se bifurca, para decidir si subes a la Pachamama o al cerro de la Pachatata. Nos dicen que por la hora que es, lo más seguro es que no nos de tiempo a subir a los dos, pero Marcelo y yo no perdemos la esperanza y vamos a intentarlo. Optamos por subir al cerro de la Pachatata "Padre Cielo", en cuyos últimos metros encontramos varios arcos de piedra a modo de puertas a este lugar sagrado. Al llegar a lo más alto, como nos dijeron, realizamos el "ritual" con las tres hojas de coca, giramos tres veces en sentido contrario al de las agujas del reloj, las enterramos cerca del templo
Nos asomamos al templo de la Pachatata que tiene forma cuadrada y cuyas puertas permanecen cerradas todo el año, excepto el tercer jueves
del mes de enero, cuando se celebra una fiesta en honor a la dualidad andina (lo masculino y lo femenino, el cielo y la tierra, la Pachatata y la Pachamama ), llevándose a cabo diversas ofrendas y rituales.
Damos una vuelta por la cima del cerro
contemplando los espectaculares paisajes que nos rodean y lo afortunados que somos al poder disfrutar de
este momento. Vemos como el día va terminando y queremos intentar subir al otro cerro
antes de que termine el día, por lo que bajamos deshaciendo el camino, y
al llegar a la bifurcación de los dos caminos, esta vez cogemos el
sendero que nos llevará hasta el cerro de la Pachamama.
Mientras vamos subiendo somos testigos de una curiosa imagen, observamos como el sol, se refleja en todo el cerro de la Pachatata, dándole al lugar un carácter más mágico y ritual del que en sí ya tiene. Con los últimos rayos del sol iluminando el cerro de la Pachatata frente a nosotros, ascendemos los últimos metros hasta llegar al templo de la Pachamama, con forma circular.
Cerro de la Pachatata dándole los rayos del sol |
Lo hemos conseguido, visitar los dos cerros sagrados de Amantaní. A pesar del esfuerzo realizado, sentimos una gran sensación de euforia, sin lugar a dudas todo ha merecido la pena. Nos quedamos fascinados mientras contemplamos, el lago Titicaca con toda su inmensidad, así como las costas de Bolivia, y la silueta de la isla de Taquile que visitaríamos al día siguiente.
Esta atardeciendo y justo en el momento
en que el sol se está reflejando en las inmóviles y cristalinas aguas del lago, estando a
punto de desaparecer tras las islas, las montañas y las nubes, dando lugar a una imagen de ensueño. Me sentí afortunado al poder contemplar
uno de los atardeceres más bellos que vi durante todo el viaje, del que no
se puede describir solo con palabras, uno de esos
momentos, de los que hay que disfrutar consigo mismo, que quedaran grabados para
siempre en la memoria, siendo sin duda uno de los momentos más inolvidables.
En
cuanto se puso el sol la temperatura empieza a bajar de una manera significativa, por lo que bajamos
deprisa para volver a la casa de Esperanza que nos estará esperando para prepararnos la cena. Pero antes de adentrarnos en lo que es la población de Amantaní, y mientras descendíamos, tuvimos la suerte de disfrutar de un espectacular cielo anaranjado salpicado de nubes, como se puede observar en las fotografías de este párrafo.
Al llegar a su casa, nos volvemos a encontrar con Cristian, Jessica y Carolina, y mientras esperamos a la deliciosa cena, todos vamos compartiendo las experiencias de nuestra subida a los cerros. Ellos nos dicen que solo han podido subir al cerro de la Pachatata, y nos le dio tiempo a subir al cerro de la Pachamama. No lo dudamos y a la vez que les explicamos nuestra subida, les vamos enseñando las fotos que hemos realizado. Nos sirven una riquísima cena que consiste en una sopa de Quínoa, y después nos ponen arroz con verduras, todo muy bueno (la verdad es que comimos muy bien los días que estuvimos conviviendo con la familia). Para terminar no podía faltar la infusión con el mate de Muña natural. Tras el esfuerzo realizado nos sienta la mar de bien, pero aún no se han terminado las sorpresas por el día de hoy. Nos comenta que se realiza una fiesta para los recién llegados
pero que nos tenemos que vestir con trajes típicos, así que nos entregan unos chullos (gorros andinos) y también los ponchos típicos para disfrutar de la fiesta escuchando música andina y participando en las danzas típicas de Amantaní.
Esta vez nos acompaña Felicia, la madre de Esperanza, y la que nos guía por las empinadas calles hasta llegar al local donde va a tener lugar la fiesta tradicional. La gente va llegando poco a poco y parece que no se anima nadie, pero en cuanto empezamos a comprar algunas cervezas Cusqueñas, el resto se va sumando y empiezan los bailes. Aquí conocemos por primera vez a tres chicas italianas que están haciendo un curso de voluntariado, son profesoras en escuelas con alumnos que tienen pocos medios. Una labor encomiable y muy digna de alabar en un país a tanta distancia del suyo, durante todo un año.
Como la mayoría seguimos con las cervezas le pregunto a Felicia si quiere tomar algo, y para mi sorpresa me dice que por favor una Coca-Cola que le encantan. La música es con flauta andina y pasamos un rato de lo más agradable. Pero la noche va pasando y lamentablemente tenemos que ir dejando la fiesta porque mañana tenemos que madrugar para coger a primera hora la embarcación que nos llevará hasta la isla de Taquile.
* Para la elaboración y desarrollo de este artículo se han tenido en cuenta los datos obtenidos a través de la Wikipedia, y las propias experiencias vividas durante el viaje. (Fotografías e ilustraciones originarias de Pedro García Barbudo).
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